El baby blessing es un ritual para honrar y bendecir a los nuevos papás, en este caso Asher y Carla, y al bebé que viene en camino, Shaya. Una ceremonia que celebramos todos juntos en una yurta en familia y en contacto con la naturaleza, llena de conexiones espirituales y emocionales, con la que pusimos nuestros mejores deseos e intenciones para recibir al bebé.
Para los que lo desconozcáis, el baby blessing es una antigua tradición original nativo americana muy relacionada con la curación, con la creación de una nueva vida y con la armonía y la paz. Su traducción significa “bendición del vientre” o “bendición del camino”, ya que en este encuentro lo que se busca es dar energía y fuerza a la mujer gestante, ayudándola a través de vivencias, consejos y experiencias de otras mujeres de la familia; una guía en ese viaje hacia la nueva maternidad.
Nosotros quisimos hacerlo un poco diferente, así que, aunque lo habitual es que se reúnan mujeres por un lado con la futura mamá, y hombres por otro con el futuro papá, nos pareció muy hermoso celebrarlo en común y uniendo a las dos familias.
Comenzamos el baby blessing con un círculo lleno de flores, velas y música, y como veis, los futuros padres se colocan en el centro. Para la mujer creamos una corona con flores naturales, la peinamos, le hacemos un masaje relajante por todo el cuerpo con aceites esenciales y nos conectamos con el momento y con el bebé. Por último, preparamos un barreño con agua y pétalos de rosas para lavar los pies a la futura mamá.
Tras estos nos volvemos a sentar en círculo para comenzar con los rezos y las oraciones. Aquí de uno en uno deseamos una buena llegada de Shaya al mundo, hablamos sobre las propias experiencias, sobre los miedos y ponemos nuestras mejores intenciones, acompañándolo de regalos simbólicos. Este fue un momento muy especial porque en una cajita preparamos todas las ropitas y juguetes de los bebés que ha habido en nuestra familia. De Rama pasaron a Karuna, de Karuna a Onawa, de Onawa pasaron a Riu, de Riu a Quetzali y ahora de Quetzali a Shaya.
Antes de terminar, todos nos atamos un hilo rojo de unión en la muñeca con tres vueltas, una por cada uno de ellos, con la idea de unir energías en la distancia hasta el momento del parto. Es ahí cuando todos nos lo cortamos para que el camino sea leve y fluya de la manera más bonita posible.
Para terminar la ceremonia, disfrutamos de un pequeño picoteo en familia, llenando de bendiciones a ese nuevo ser, a esa nueva mujer, a ese nuevo hombre y a esa nueva familia que estaba por nacer.
La llegada de Shaya
Shaya significa regalo de Dios en hebreo, un regalo hermoso que llegó a nuestras vidas el pasado 1 de junio en una tarde soleada.
Bienvenida a la familia Shaya, ¡te amamos con todo nuestro corazón!